Forzar la máquina

· por Aleix Gabarre

Caryn Marjorie es hoy más famosa de lo que era hace unos meses. La influencer ha clonado su identidad en una IA, entrenada con los centenares de horas de video disponibles de Caryn, para reproducir con fidelidad su manera de hablar y su propia voz. Todo ello empaquetado en una beta bajo suscripción para sus fans.

 

Pero este no es un artículo sobre Inteligencia Artificial. Porque a Caryn no le interesa la IA, le interesan sus fans. Quiere tener más, tenerlos cerca y ganarse la vida con ellos. Lo que cualquier negocio. La diferencia radica en la herramienta con la que lo consigue. No la IA, la marca.

 

Se ha dicho a menudo que la industria pornográfica ha impulsado una parte importante de la innovación tecnológica. Pues bien, deberíamos empezar a decir que los streamers y los influencers son los nuevos motores detrás de la innovación en construcción de marca.

  

A diferencia de una empresa comercial clásica, streamers e influencers no distinguen entre los bienes que producen y la marca que los comercializa. No hay equipos de I+D, desarrollo y producción trabajando en fábricas para producir cosas que pasan luego a equipos de marketing y comunicación. El producto- el contenido- se genera, se distribuye y se monetiza bajo el mismo techo (a menudo, dentro de la misma habitación). Hay feedback inmediato entre producto y comercialización, entre esfuerzos y resultados. 

 

Eso permite hacer experimentos de forma muy ágil. ¿Qué pasa si se habla de un tema nuevo? ¿Cambia algo si se acelera el ritmo con el que habla? ¿La promo de la marca donde funciona mejor, al principio, enmedio o al final? Cada interacción es un dato nuevo que valida o refuta hipótesis. Sin reuniones, sesiones de debrief ni politiqueos. Funciona o no.

Por eso streamers e influencers son tan buenos brandeando su marca personal. Han visto que es una manera eficiente de maximizar sus esfuerzos y se han lanzado a ello sin manías.

Por eso nadie mejor que un influencer para aprender sobre la importancia del tono de voz. O cómo un posicionamiento claro dinamiza nuevos acuerdos comerciales. O cómo pivotar tu oferta manteniéndote fiel a tu personalidad. O, en el caso de la IA de Caryn Marjorie, cómo generar nuevas fuentes de ingreso dando servicio a tu comunidad.

 

Para rizar el rizo, mucho de ese brand development ocurre en tiempo real. Los streamers no paran de interactuar con su comunidad porque literalmente viven de ello. Eso hace que, como los jazzistas, descubran qué funciona y qué no mientras lo están haciendo. Y qué, como los jazzistas, no necesiten tenerlo todo predefinido para empezar. Sólo las bases, lo demás ya vendrá.

 

En Summa aprendimos con la Kings League que hacer marca en modo streaming es distinto a hacerlo en modo producto. Se trabaja distinto, con distintos KPIs y una perspectiva diferente sobre eso que llamamos assets de marca. El primer Split es una beta, el segundo… un poco menos beta.

Se fuerza la máquina, y en el proceso se descubren nuevas maneras de crear valor, y se evidencian viejas maneras en riesgo de desaparecer.

 

Y no, éste no es un artículo sobre IA.

De acuerdo