Según la Wikipedia fanbase quiere decir:
«Fans of a particular thing or person constitute its fanbase or fandom. They often show their enthusiasm by starting a fan club, holding fan conventions, creating fanzines, writing fan mail, or promoting the object of their interest and attention.»
Resumiendo, es una palabra inglesa para definir al grupo de personas que son seguidores de una persona, artículo, actividad etc…
Se podría decir que el inicio del fenómeno comienza en los años 50 en EEUU, gracias sobretodo a las radios y djs musicales (Elvis no sería el Rey sin la radio) y se convierte en el nuevo gran negocio de la década de los 60 con los grupos pop.
Ahora ya no hay grupo musical grande o pequeño que no tenga myspace, y no sólo eso, sino que muchos han abandonado sus webs propias y sólo usan el espacio ‘común’ para comunicarse con su público.
En la industria musical el objetivo de cualquier manager o promotor es construir una fanbase, pero no porque este grupo sean los que mantienen económicamente el negocio, sino porque son los que lo ‘acreditan’, es decir le dan valor.
Son un grupo de personas que no sólo admiran la música del artista y compran sus discos, sino que forman el ‘núcleo duro’ de aficionados que van a todos los conciertos, envían mails, publican noticias, escriben críticas, se convierten, en definitiva, en leales mensajeros y defensores de la causa.
En la naturaleza las abejas y los pájaros son portadores involuntarios del polen que permite la supervivencia de muchas especies de plantas y flores, el pez payaso alimenta a las anémonas y ésta le protege de sus amenazas… pero ¿qué tienen en común una abeja, un pez payaso y una fan histérica? La simbiosis. Todos, en grados diferentes, establecen relaciones de simbiosis que les benefician mutuamente, la abeja recoge néctar, el pez payaso sobrevive a los ataques de sus predadores, y la fan se siente más unida emocionalmente a sus ídolos y partícipe de sus éxitos.
Pero en todos estos casos, de un modo premeditado (fans) o natural (abejas), los procesos devienen en una colaboración orgánica porque implican un grado de compromiso.
En los 90, los llamados ‘Evangelistas’ de un modo semipremeditado se convirtieron en grupos de usuarios de Apple que promovían los productos de la manzana frente al dominio absoluto de los malvados PCs con Windows. Con el tiempo y por diversas razones y estrategias la compañía ha conseguido mantener vivo alrededor de la marca ese espíritu que inspira a millones de consumidores y ‘fans’ en el mundo. Y es obvio que son conscientes que el aura de exclusividad que rodea a la marca tiene mucho que agradecer al grupo de consumidores que en su momento hicieron de usar productos de Apple algo ‘especial’.
¿Y ahora qué?, parece que por tendencia o en un intento desesperado de conectar con sus sobreinformadas audiencias las empresas e instituciones (y por extensión sus marcas) se apresuran a crear comunidades virtuales, a intentar implicar al cliente en sus decisiones con concursos y encuestas, a crear supuestos ‘espacios de colaboración’…
Sobre esto se han escrito infinidad de posts, artículos y comentarios, y hay ejemplos visibles por doquier, la Co-Creación de Spanair, el concurso del logotipo de Madrid 2016, el último concurso de Hermès…pero el gran problema de la mayoría de estos intentos es que se perciben como falsos, en muchos casos no se acompañan de compromisos reales en el servicio o los productos o sencillamente transmiten una imagen dubitativa de la empresa.
Todo esto acaba por mandar el mensaje de que son retoques estéticos más que búsquedas de diálogo real, es decir más que ayudar desdibujan la imagen de muchas compañías y crean un efecto negativo.
Sería necesario recordar que sin compromiso claro con sus clientes y su producto no hay simbiosis, y sin simbiosis no hay fanbase.