El color es uno de los elementos identificativos más reconocibles que poseen las marcas para identificarse. Pero más allá de facilitar el reconocimiento en el mercado o del sentido estético, el color elegido por una marca y la forma en que lo usa expresan su personalidad y deben evocar los sentimientos y emociones adecuados. Apropiarse de un color o combinar la paleta, adaptarse a los códigos del sector o ser rompedor, todo ello habla bastante de la marca que hay detrás, por eso el color es un elemento importante en la estrategia de branding.
Otro aspecto a considerar a la hora de elegir el color para la marca es el tipo de necesidades de aplicación que tenga, pues es clave que el color elegido tenga un comportamiento homogéneo en todo tipo de soportes (anuncios, redes, papelería, web, espacios físicos, etc…). Herramientas como la carta Pantone o la RAL hacen esta tarea más sencilla, si bien hemos de tener en cuenta que la fiabilidad total no existe puesto que nunca puede ser lo mismo un color luz (pantalla) que un color pigmento (tinta), un acabado mate o brillante, una superficie metálica o de madera, por poner algunos ejemplos. Igualmente, la percepción que tenemos del color cuando lo usamos en grandes superficies es muy distinta a cuando lo usamos en pequeñas dosis, y las condiciones de luz (natural, cálida, fluorescencia, etc.) influyen mucho en como vemos un mismo color.
Para intentar paliar estas diferencias, existe como decíamos la carta Pantone. El Instituto Pantone nació en el año 1962 como un pequeño negocio que se dedicaba a imprimir y comercializar guías de color para empresas cosméticas mezclando hasta 60 pigmentos diferentes. La empresa gozaba de gran popularidad, pero impresores y compañías, con Kodak a la cabeza, reclamaban una estandarización del color para poder garantizar el uso del mismo color en cualquier aplicación. Respondiendo a la demanda, nacía en 1963 la carta estandarizada de Pantone.
Previamente a utilizar herramientas como RAL o la carta Pantone, hay una serie de claves a tener en cuenta relacionadas con el color de una marca.
El color por sí solo no siempre tiene capacidad significativa, ya que es en función de dónde esté o de qué se acompañe que significará una cosa u otra. Por ejemplo, los taxis de Barcelona y los de Nueva York utilizan los mismos colores, pero no sólo el contexto y el tipo de vehículo, sino el uso de los mismos los hace muy distintos. Otro ejemplo son las banderas. Todas las del mundo, o casi todas, están hechas en base a solo seis colores: verde, azul, amarillo, rojo, blanco y negro. Es su combinación y forma lo que da ’marca’, identifica y diferencia a cada país. De hecho, son los seis colores también de los anillos olímpicos y del ‘branding’ en general.
En definitiva, dentro de un proyecto de identidad de marca el color tiene mucho peso. Alrededor del 80% de las sensaciones que tenemos llegan por lo que vemos, de manera que la elección y gestión del color es algo importante y para ello la carta Pantone nos será útil… Pero no hay que olvidar que el color de una marca va mucho más allá de su estandarización a través de unos códigos.
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