Cada día una persona recibe entre 700 y 3.000 mensajes comerciales. En la televisión, en el trabajo, en la carretera, en internet… La mayoría de esos impactos pasan desapercibidos, pero algunos permanecen y pueden posteriormente traducirse en una compra y, con el tiempo, hacer que esa marca pase a formar parte de nuestro día día. Algunas lo consiguen con un eslogan pegadizo o un packaging innovador, pero otras marcas lo hacen sin razón aparente. Simplemente conectan con nosotros porque tienen alma, por su esencia de marca.
Estas marcas nos proponen ideas, estilos o una forma de entender la vida con los que sintonizamos y que compartimos. Y algunas veces admiramos.
En un contexto donde la oferta se ha multiplicado, la capacidad de las marcas para lograr que los públicos a los que se dirige se identifiquen con los valores que ellas proponen es fundamental, pues evidentemente ello puede afectar positiva o negativamente en la decisión de compra. Pero para eso, la marca debe tener muy clara y bien definida su esencia y esta debe ser perceptible en todo aquello que hace y dice: en sus productos, servicios, comunicaciones, decisiones y comportamientos.
Se trata del credo que está en el corazón de una marca, aquellos valores característicos que la hacen inconfundible y única. El diccionario de la lengua española define la palabra esencia como “aquello que constituye la naturaleza de las cosas, lo permanente y más característico de las mismas”. Una definición aplicable al 100% a la esencia de una marca. Es aquello que no se ve y sin embargo está implícito cada vez que vemos e interactuamos con una marca.
Cualquier persona que interactúe con la marca en cualquier parte del mundo debe reconocerla en base a estos atributos. Y para definirlos es básico conocer cuales son las metas, el propósito de la compañía, el por qué hace lo que hace y hacia dónde se enfoca.
Al igual que un tornillo puede soportar el peso de todo un edificio, la brand essence es el centro de la identidad de una marca y de su estrategia. Y es que además de empatizar con los consumidores, las marcas que tienen su esencia bien definida pueden utilizarla como hoja de ruta para tomar futuras decisiones: desde qué tipo de productos desarrollar a qué proyectos priorizar o incluso qué perfiles contratar.
Como es lógico, de dicha esencia derivan aspectos concretos como los beneficios que aporta la marca a nivel funcional, emocional e incluso social. Porque la esencia de marca debe traducirse al final en experiencias.
Si todo esto lo hacemos con rigor y honestidad, puede que no sólo generemos clientes, sino que estos puedan convertirse en un prescriptor o incluso en un fan de la marca.
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