Este fin de semana se ha estrenado la nueva película de Superman, dirigida por James Gunn (Guardianes de la Galaxia, Escuadrón Suicida, El Pacificador). No la he visto, pero leo que Superman tiene un perrito llamado Krypto que acaba participando en la defensa del mundo. Muy gracioso. Muy James Gunn.
No ha sido un mal debut: en su primer fin de semana ya se coloca como la tercera película de Superman más vista, con unos 21-22 millones de espectadores.
Coincidiendo con el estreno, la cuenta oficial de la Casa Blanca en X publicó una imagen de Donald Trump caracterizado como Superman. Superman Trump.
El post, carne de meme donde las haya, acumula, en el momento en que escribo esto, lunes 14, 78.000 likes y 53 millones de visualizaciones.
Una de las respuestas al post, parodiando al ya de por sí autoparódico Superman Trump, superó en likes al propio Trump. Algunas alcanzan más de 221.000 likes y 4,4 millones de views.
El primero es una superproducción que ha costado 217 millones de dólares.
El segundo, una provocación que ha costado 0.
El tercero, gente hablando de Trump y generando millones de visitas y decenas de miles de menciones, también a coste cero.
Sabemos que las polarizaciones generan impacto y emociones. No solo en política: marcas como Ryanair consiguen que miles de personas hablen de lo mal que les tratan pero hablen, al fin y al cabo.
Lo interesante no es solo eso. Lo verdaderamente relevante es que la gente pueda jugar con una marca así.
Ya hablamos aquí de la memetización de algunas marcas.
No es tanto que te hagan memes o no, si no qué estrategias siguen algunas marcas para que les hagan memes.
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